Mirad el árbol de la cruz,
donde estuvo clavada la Salvación del mundo.
¡Venid a adorarlo!
Hoy hemos puesto en el centro de nuestra celebración la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. Hemos plantado la cruz en el centro de nuestros corazones, sin olvidar que también está en el centro de nuestra sociedad y de nuestro mundo.
La cruz de Cristo es nuestro gran dolor. Y es nuestra única salvación.
Nuestra celebración es sobria y austera, porque acompañamos a Cristo en su agonía dolorosa y triste. Pero es celebración agradecida y esperanzada.
Vamos
a fijarnos en su cuerpo bendito:
*Cabeza
coronada de espinas. Ahí se redimen nuestros orgullos.
*Brazos.
Abiertos para unir y abrazar el mundo. Ahí se redimen nuestras
divisiones.
*
Manos. Abiertas y gastadas de bendecir, servir y compartir. Ahí
se redimen nuestras violencias y codicias.
*
Rostro. El más bello, ahora ensangrentado. Sus ojos limpios y
penetrantes. Ahí se redimen nuestras falsedades y cegueras.
*
Pies. Gastados y cansados de tanto camino para hacer el bien.
Ahora esperan con paciencia. Ahí se redimen nuestras comodidades.
*
Cuerpo. Roto por los azotes. Por cada herida nos llega la
salvación. Ahí se redimen nuestras crueldades.
*
Costado. Abierto y convertido en fuente. Ahí se redimen nuestros
egoísmos y desamores.
Como
comunidad de creyentes, hemos vivido la entrega total de Cristo por
nosotros hasta la muerte, una muerte en la Cruz. Prolonguemos ahora,
en nuestros hogares, el espíritu de oración de estos días santos,
confiando en la promesa del Señor: “Si morimos con Cristo,
viviremos con Él. Si perseveramos, reinaremos con Él”.
Nos
reuniremos mañana por la noche para la celebración de la Vigilia
Pascual, a las 23 horas. Te esperamos.
¡Ven con tu familia a celebrar el triunfo de la VIDA!
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